Metodología
de la investigación
¿Cómo inicio?
COMO ELEGIR EL TEMA DE
INVESTIGACIÓN EL TEMA DE INVESTIGACIÓN
a) Buscar un Problema de Investigación que Resulte
de Real Interés para el Tesista:
Aunque parezca
obvio, es indispensable recordar que una tesis implica un esfuerzo
considerable, pues normalmente se exige de ella un nivel de calidad al que -por
supuesto- no está acostumbrado el estudiante. Este deberá apelar a todas sus
capacidades para lograr superar los escollos, diversos e imprevistos, que se le
irán presentando. Probablemente tenga que sumergirse en su desarrollo durante
un tiempo nada breve, que puede oscilar entre algunos meses y un par de años.
Todas estas dificultades se simplifican enormemente si se posee un sincero y
auténtico interés hacia el tema sobre el cual se investiga y se escribe. Si
realmente deseamos conocer la respuesta a los interrogantes que se plantean en
nuestro proyecto, si -insistimos- existe una efectiva curiosidad intelectual
por saber cuál será el resultado de nuestra indagación, haremos entonces casi
todas las tareas con gusto, sin que nos pesen demasiado, logrando concentrar
mucho mejor nuestras energías.
Es por eso que
al realizar el examen de las posibilidades que se le abren en concreto, el
tesista debe tratar de asumir de manera consciente el verdadero alcance de sus
intereses subjetivos, de lo que en propiedad le interesa o le desagrada. Lo
mismo es válido no sólo para las tesis sino, naturalmente, para cualquier
trabajo de investigación.
b) Escoger una Temática Conocida:
Una tesis se
propone, entre otros fines, aportar nuevos conocimientos a alguna disciplina
del saber humano. Por más que tal meta no se tome de un modo totalmente
estricto y que se acepten ciertas limitaciones en este objetivo central,
siempre se requerirá de un esfuerzo de creación intelectual relativamente
amplio, que supone el conocimiento de lo ya existente en la materia a trabajar.
Resulta claro, entonces, que es preciso conocer de un modo bastante acabado el
ámbito en que se habrá de desarrollar la investigación: no se puede pretender
aportar "nuevos" conocimientos si no se tiene una idea bien definida
acerca de cuáles son los ya existentes.
Por ello,
naturalmente, conviene centrar nuestro problema de investigación dentro de un
área temática que nos resulte, de algún modo, bastante familiar. Tal
conocimiento puede provenir de lecturas sistemáticas, de cursos o seminarios en
que se haya participado o de haber realizado un trabajo práctico en el campo de
acción correspondiente. En todo caso no hay que desdeñar la ventaja que esa
plataforma de conocimientos significa y es preciso, al contrario, saberla
utilizar. No es fácil, aún así, llegar a producir aportes al desarrollo de una
disciplina, porque esto significa en cierta forma haber alcanzado una especie
de frontera en cuanto al saber existente en el terreno que se estudia. Por eso
es que recomendamos a todo tesista evaluar el estado actual de sus
conocimientos, para evitar un trabajo de estudio y actualización que puede
llegar a resultar desmesurado y para eludir otro riesgo, de lamentables
consecuencias: encontrar, en el curso de la investigación, que ya se ha
realizado un estudio casi idéntico. Hay que recordar siempre, pues, que plantear
adecuadamente un problema de investigación implica conocer a fondo el área
temática en que el mismo se ubica.
Si el
estudiante no tiene la menor idea de qué son los QUASARS, por ejemplo, o si
posee acerca de tales objetos conocimientos que apenas si superan el nivel de
la divulgación científica, será imposible que se plantee más que interrogantes
generales, poco interesantes en definitiva, que ya seguramente han resuelto los
especialistas o que no se pueden esclarecer todavía porque falta la indispensable
acumulación de conocimientos al respecto.
En el campo de
las ciencias sociales se produce además otro fenómeno, de perturbadoras
consecuencias: el investigador novel tiene a veces la impresión de que domina
un cierto tema, o de que puede hacer sobre el mismo interesantes reflexiones.
Pero, una vez que lo aborda seriamente, comprende que tiene sobre ello apenas
algunas prenociones, vagas e inconexas, que conforman más una posición
ideológica que una sólida teoría. Esto es frecuente si se piensa en objetos de
estudio tales como el hábito del consumo de drogas, la corrupción
administrativa, las desigualdades sociales o la conducta sexual, donde todos
parecemos tener ya una posición tomada. En estos casos, inusuales en el ámbito
de las ciencias naturales, es conveniente que el estudiante haga una prudente
consulta bibliográfica aún antes, siquiera, de emprender la elaboración de una
monografía.
c) Buscar Areas de Trabajo en las que Pueda Contarse
con una Ayuda Efectiva:
Esta
recomendación, como las otras, parece realmente elemental y poco discutible.
Pero estamos tan acostumbrados a ver el caso de estudiantes que se empeñan en
lograr lo inalcanzable que no dudamos en dedicar unos pocos párrafos a este
simple pero eficaz consejo. Son varios los elementos a los que nos referimos en
este caso, todos ellos directamente relacionados con los diversos recursos que
son necesarios para emprender una investigación. Veamos esto con un poco más de
detalle.
Un primer
elemento a considerar es la disponibilidad de datos pertinentes a la cuestión
en estudio. Si estos escasean o son difíciles de hallar, en principio,
estaremos ante un interesante desafío que puede incluso realzar el valor de la
tesis a efectuar. Pero, más allá de cierto punto, tal dificultad se puede convertir
en una muralla imposible de escalar, especialmente con los limitados recursos
materiales que habitualmente posee un tesista. Por ello aconsejamos un poco de
lo que suele llamarse realismo: conviene dejar para otra oportunidad tan
ambiciosas metas y encaminar nuestros esfuerzos hacia problemáticas tal vez
algo menos originales, pero en todo caso factibles de explorar dentro de las
condiciones existentes. Lo mismo podríamos decir, prácticamente, en cuanto a la
disponibilidad de otros elementos que en ocasiones resultan indispensables para
el desarrollo de una indagación científica: existencia de laboratorios,
materiales y equipos, ayudas financieras para la realización de trabajos de
campo, acceso a fuentes de documentación o a personas que poseen información
que no está disponible en fuentes secundarias, etc.
Lo anterior
tiene relación, básicamente, con lo que podríamos llamar los aspectos
materiales de la investigación. Pero hay otro elemento que en ocasiones suele
pasar inadvertido, aunque siempre incide en el adecuado desarrollo de una
tesis: estamos hablando de la presencia activa de un tutor, en el pleno sentido
de lo que significa ese importante rol. Si el tesista tiene la oportunidad de
contar con alguien capaz de orientarlo desinteresadamente en su trabajo y que,
respetando sus inclinaciones y puntos de vista, sea capaz a la vez de apoyarlo
de modo constructivo, conviene que busque el modo de mantener una relación de
trabajo tan fructífera y positiva.
Es cierto que
una feliz combinación de cualidades como la mencionada no se suele encontrar
con frecuencia. Pero, en todo caso, conviene tener presente que es mejor hacer
ciertas concesiones en materia de elección temática que intentar trabajar sin
el concurso de las orientaciones que puede proporcionar una persona más
experimentada. Un tutor que trabaja con desgano, sólo como en respuesta a una
designación administrativa, o uno que busca simplemente en el tesista una
especie de dócil continuador de sus puntos de vista, se convierte en un lastre,
en un impedimento que hace aún más difíciles las de por si complejas tareas de
toda investigación. De allí que sea conveniente que el tutor también posea
algún interés personal en el área del trabajo de modo que pueda compartir
cierto entusiasmo por la labor que se efectúa.
d) Seleccionar un Tema Bien Concreto y Accesible:
Es pertinente
recordar aquí que la ciencia ha progresado casi siempre por medio de la
acumulación de aportes individualmente reducidos, no a través de bruscos saltos
en que se replantean todos los conocimientos anteriores o se construye desde
sus raíces una nueva teoría. De allí que el pensamiento científico se ocupe
primordialmente de resolver problemas concretos de conocimiento, es decir,
específicos y bien delimitados. Por ello es necesario que el investigador haga
un esfuerzo para ir acotando el área dentro de la cual habrá de plantear su
pesquisa, porque de ese modo podrá formular un problema de investigación que
sea efectivamente capaz de resolver.
Para lograr lo
anterior es preciso, como decíamos, conocer ya en cierta medida las áreas que
son posible objeto de nuestro interés: sólo de ese modo podrá encontrarse una
delimitación que resulte apropiada tanto teórica como prácticamente. Lo primero
significa que la delimitación temática no debe ser arbitraria, para de esa
manera restringirse a un campo del saber que tenga coherencia interior. Si el
tema de un trabajo es, por ejemplo, la balanza comercial de un país, no podrá
dejarse de lado -razonablemente- el estudio de la cotización internacional de
su moneda, puesto que este último aspecto incide decisivamente sobre el
anterior. El sentido práctico de la delimitación es, en cambio, bastante más
evidente: se comprende que no resulta necesario ni posible hacer un estudio de
actitudes frente al aborto en todas las poblaciones de una nación con los
recursos habitualmente limitados de un tesista.
Conviene al
estudiante, entonces, no desdeñar aquellas posibilidades de trabajo que pueden
parecerle tal vez un tanto simples, como carentes de vuelo, si en los demás
respectos ellas son adecuadas para iniciar una investigación provechosa. De
este modo logrará conocer mejor el campo de conocimientos en que se
desenvuelve, pues la restricción de su amplitud permitirá una más completa y
eficaz búsqueda bibliográfica. Tendrá ocasión también de evitar que su
investigación adquiera proporciones desmedidas, pues siempre en el desarrollo
de un trabajo encontramos que las cosas resultan más complejas de lo que
inicialmente parecían. Y, por último, aunque no menos importante, estará en
mejores condiciones para plantearse un problema accesible, que pueda ser
resuelto mediante sus propios esfuerzos intelectuales.
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